lunes, 24 de marzo de 2008

Corazón mudo

Me quemaron por dentro.
Alcanzaron mis huesos.
El lobo mostró su lengua en esa noche de ceniza
y ya mi mundo no volvió a ser el mismo.
Debes encontrar en los escombros
mis viejas manos de arena que iluminaban.
Busca en mi piel la humildad
o confórmate con la ruina.
¡Sálvame!

domingo, 16 de marzo de 2008

El ojo de Burri

“Las fotos y los libros pueden ayudar pero es la gente la que hace la memoria, de las cosas buenas y malas”, señala el fotorreportero René Burri en una de las entrevistas que ofreció hace unos días en Argentina cuando vino para la presentación de la exhibición René Burri, un mundo. Ha sido testigo de acontecimientos bélicos en todas las regiones, pero nunca ha expresado su denuncia hacia la guerra mediante un cuerpo muerto o sangre sino que siempre ha recurrido a otros métodos para conseguir ese objetivo. Para él, los vivos son quienes trasmiten de verdad el dolor.
La muestra reúne trabajos realizados desde 1945 y es una selección que supera las 350 obras. Es resultado de un minucioso trabajo que realizó el propio Burri junto al curador de la muestra, Hans-Michael Koetzle. Muchas de las imágenes son vintage, es decir, revelados de la época cuando fueron tomadas.
No es el primer paso de Burri por el país. A fines de los 70, llegó con la idea de fotografiar a los habitantes del campo, esos “gauchos argentinos tan bien descriptos en el libro Don Segundo Sombra”, según recuerda. En pleno proceso militar, prefirió abocarse a los gauchos, con cuyas imágenes hizo un gran collage.
Permite ver el interior de las personas porque se sale del personaje: a Pablo Picasso lo retrata desde un lugar muy íntimo, en su cotidianeidad; al arquitecto Le Corbusier con sus planos; a Akira Kurosawa mientras filma; a Alberto Giacometti junto a sus esculturas. También se puede ver a Ernesto Che Guevara derrotado, frotándose los ojos, incluso sonriendo, fuera de su imagen de guerrillero que todo lo puede. Henri Cartier-Bresson, su gran influencia y quien también está fotografiado, decía que había un instante decisivo para dar cuenta de toda la escena. Burri no está de acuerdo con él, trabaja en serie porque cree que al mismo episodio hay que descomponerlo en diferentes espacios, así es como pueden apreciarse secuencias de fotos de diferentes personajes y hechos.
Nadie se atreve a dudar de la vocación del artista, y menos aún cuando se cae en la cuenta de que este hombre tomó su primera foto a los 13 años: una instantánea del político inglés Winston Churchill subido a un auto descapotable en un acto callejero. Enseguida comenzó a trabajar para varios medios gráficos y se enroló desde muy joven en Magnum, la agencia creada por corresponsales de guerra en 1947, donde desarrolló la mayoría de su carrera.
Aunque él mismo no se cataloga como fotoperiodista -sólo como fotógrafo- no queda duda de que dejará huella en el periodismo gráfico. Es un archivo viviente de imágenes del mundo. Cubrió conflictos armados como los de Israel, Jordania y Palestina, la Guerra de Vietnam, así como la China comunista de Mao Tse Tung, la crisis del Canal de Suez y los movimientos de liberación socialista de América Latina, entre otros. Algunas de estas fotos son exhibidas sin epígrafe porque el propio Burri prefirió que cada espectador interprete sin influencias.
La calle, la gente, los trabajadores. La vida entera inmortalizada en el tiempo. Burri sabe manejar las emociones a través de una lente: el desastre después del desastre deja una emoción que dan ganas de estar en el lugar de lo sucedido. Las fotografías hablan por sí mismas y descubren las cosas que hay detrás de lo que se ve en la superficie.
Esta selección ya fue presentada en Cuba y México, y seguirá su ruta por Venezuela y Colombia. Puede visitarse hasta el 20 de abril en el Centro Cultural Borges (Viamonte y esquina San Martín).

lunes, 3 de marzo de 2008

Encuentro tanguero

En un rincón solitario, un hombre de bigotes observa la pista de baile. Aún no ha quitado las manos de los bolsillos de su saco. Otro, unos cuantos años menor, clava sus ojos en él.
La milonga gay La Marshall parece un espacio inundado de fraternidad, invadido por seres que ríen, conversan, sienten y se concentran en cada pieza de tango. No les importa si la música es tradicional o electrónica, ni tampoco si visten traje o taco aguja, el objetivo es palpitar al ritmo de esa melodía dulzona. Bandoneones y guitarras afinadas resuenan mientras homosexuales y heterosexuales bailan intercambiando roles. Se trabaja con los conceptos de conductor y conducido y aprenden ambos papeles: guiar y ser guiado. El aire está cargado de una sintonía erótica.
El nombre del lugar fue elegido en honor a la actriz argentina Niní Marshall, un símbolo para los gays, que se identifican con divas de carácter fuerte.
Entre vino y empanadas, una muchacha habla sin estridencias de un mundo libre para todos. Otra la observa y la invita a una pieza. Recorren la pista como jóvenes panteras, manejando sus ágiles piernas con soltura. Cara a cara, se desbordan de sus cuerpos.
“Siempre se produce una mezcla heterogénea pero armónica de jóvenes y no tan jóvenes, hombres y mujeres, gays y héteros. Todos tienen una buena predisposición para disfrutar del baile”, cuenta Augusto Balizano, uno de los organizadores.
En este recoveco ubicado en pleno microcentro, que funciona los miércoles a las 23 en el primer piso de Maipú 444, extranjeros y porteños escuchan con asombro y nostalgia la música del Río de la Plata. También beben y comen entre baile y charla. Es un lugar desacartonado y luminoso, rodeado de espejos que amplifican.
Los antiguos clientes bailan y circulan sin chocarse, por eso es una pista codiciada. Sin embargo, siempre hay alguna pareja principiante.
Dos mujeres. Una de ellas revela el encanto particular que le sube desde la nuca cuando instala su cabeza en el hombro derecho de la otra, que conduce su cuerpo vestido de rojo con decisión.
Al fin, el hombre del rincón quita las manos del saco y baila con el joven que nunca había dejado de mirarlo. Más tarde, se irán por la calle oscurecida. La atmósfera de la milonga allana el camino para los encuentros.