jueves, 21 de febrero de 2008

Poesía y melodía

Entre el compromiso por la tradición y la investigación de sonidos diferentes, nuevos folcloristas fusionan coplas, zambas y chacareras con otros géneros y crean el llamado folclore urbano.
El grupo La Tregua ofrece una mezcla de esa música popular argentina y ritmos como el jazz, el rock y el pop. Suenan como veteranos con un conocimiento musical muy amplio pero se trata de una banda joven con mucho entrenamiento y que sabe lo que está haciendo. Jesús Galliussi en voz y guitarra, David Cossi en trombón y armónica, Esteban Frías en bajo y coros, Carlos Ricciardino en batería y percusión, y Sebastián Sarubi en teclados, logran originales adaptaciones.
Tregua: Suspensión de armas, cesación de hostilidades, por determinado tiempo, entre los enemigos que tienen pendiente una guerra. Pausa. Paréntesis. “Es una oportunidad para otra cosa y humildemente queremos hacer algo distinto. Además es necesario pensar en una convivencia entre el folclore tradicional y el pop”, especifica Sebastián, el más grande de los integrantes con 32 años.
Están seleccionados por una productora que grabará un CD de difusión nacional con varias bandas nuevas. “Lo de un disco va a ir madurando, no queremos tenerlo y que nadie lo compre, vamos a hacerlo pero al mismo tiempo nos iremos haciendo conocer”, explica el tecladista y agrega que tienen idea de componer sus propios temas porque saben que en ese momento va a ser necesario para su identidad.
Sebastián Sarubi habla de la corta trayectoria de este conjunto de Paraná, de sus tendencias artísticas y del circuito comercial.

- ¿Cómo fue la experiencia de tocar en Cosquín este verano? ¿Les gustaría participar del Festival?
- Fue bárbaro artística y humanamente. Vivimos unos días de folclore desde adentro del corazón del folclore. Y claro que nos gustaría estar en el escenario, vamos a llegar, estamos trabajando duro y las cosas se van a ir dando. Hay que dimensionar las cosas adecuadamente porque si logramos estar en el escenario unos minutos y luego nadie se acuerda de nosotros no nos servirá de nada.
- Los instrumentos con los que crean sus melodías no son tradicionales en los círculos de la música autóctona, es muy particular la inclusión del trombón, ¿qué críticas reciben de ello?
- En general impacta bien, el problema no son los instrumentos sino qué se hace con ellos. El trombón llama la atención pero en general no nos dicen nada, aunque una vez tocamos en un festival con el Chango Nieto y con varias indirectas no nos aprobó su inclusión ni la de la batería.
- ¿Crees que hay una nueva generación que pudo desprenderse de cuestiones relacionadas con la tradición del folklore?
- Sí, igual no es un tema de edades sino de generación cultural. Hay chicos que piensan que lo único “válido” es la guitarra y el bombo. De todas maneras, es aceptable, hay diferentes miradas del deber ser del folclore. Nosotros simplemente vivimos esta música, que nos encanta, como nos parece que puede sonar mejor; tratamos de hacer buena música, con una raíz folclórica y con mucho respeto.
- ¿Es muy difícil llegar al circuito comercial? ¿Hay alternativas independientes?
- Parecería que es difícil pero nos preocupa más sonar cada día mejor que tener un productor que nos llame para grabar un disco. Si bien no conocemos tanto, pensamos que el mejor camino es tocar, tocar y tocar. Lo más importante que puede ver un productor es que un grupo le llega a la gente, que moviliza. Son como dos flancos: uno musical y otro estratégico.
Hay algunos emprendimientos independientes interesantes pero es un camino muy duro. Quien dice “soy independiente y estoy orgulloso de eso” quizás puede decir la verdad en el orgullo pero no creo que no desee llegar a entrar en el mercado. No somos utópicos ni idealistas, termina siendo necesario. El problema es que se presenta como una picadora de carne que te hace añicos para vender un disco. Prefiero pensar que debe haber una posibilidad para ingresar con lo que uno hace, pero eso lo vamos a ver cuando pase…
- Si tuviesen la oportunidad de compartir escenario con alguna banda o músico, ¿con quién les gustaría hacerlo?
- En este tema no nos pondríamos de acuerdo. Entre todos tenemos un respeto muy grande por Pedro Aznar por ejemplo. También por el Chango Farías Gómez. Por otra parte, en los festivales subimos a los escenarios antes de los consagrados y aprendemos con todos, algunos nos gustan, otros tantos no, pero los respetamos y tratamos de ver sus talentos y tomarlos de ejemplo.

domingo, 17 de febrero de 2008

Al atardecer

Por la avenida Corrientes a la altura de Callao, en una esquina, un muchacho con las manos en los bolsillos del piloto está inquieto, mira insistentemente la lluvia de esa tarde gris que se ilumina en un foco del alumbrado público y cada tanto consulta el reloj que lleva en su muñeca. La marquesina de Zival’s, una reconocida casa de música y libros, lo resguarda.
En la esquina de enfrente, una joven pecosa lucha con un paraguas que se le da vuelta mientras revolea los ojos en búsqueda de alguien.
En la puerta del viejo y reciclado bar La Ópera, un hombre mira con desprecio a un pordiosero que se tambalea. Una niña pasea con la mirada de encantamiento en el abrazo de su padre que la cobija. Algunos volanteros aún permanecen ofreciendo mujeres, mujeres para los hombres de oficina. Pero la esquina de los puesteros de diarios está desolada, casi todos escaparon con las palomas.
Pasa un viejo doblándose hacia el suelo para proteger su cara del agua; otro, con aire indiferente, arroja al suelo el boleto del subterráneo y luego pregunta una dirección.
Las luces rojas de los autos se reflejan en el asfalto. El tránsito se desordena y las bocinas estremecen a las mujeres de paso apresurado. Un niño parece abstraído: chapotea sonriente en las acequias inundadas.
Se oye la música de las alcantarillas en la calle que se oscurece. Las luces de las ventanas y las vidrieras ofician de brújula.
La joven pecosa se seca con las mangas las lágrimas que cubrieron su cara y empieza a caminar. El muchacho del piloto, que parece abandonado, pega un cartel en la pared: “Esperé hasta las 7. No volveré más”. En la encrucijada de caminos que parten y que vuelven no se reconocen.