domingo, 15 de abril de 2012

Un momento

Está amaneciendo. Creo que no dormí, pensé toda la noche, y expuse mi cabeza a una ruleta rusa, a la espera del gong final. Todo es mío. El final también lo es. Me pertenece.

Mientras preparo un té, en una de esas tazas que compramos juntos en Plaza Francia, recuerdo. Toda la casa me une al pasado, todo aquí tiene vida. Pero no deseo mudarme, es mi refugio. Lo cuido con demasiado amor, para compensar tu falta, pero el excesivo amor genera más silencio.

Ya nadie me atrapa, eso debería destilar una dulce belleza, pero aún no sé qué hacer con esta libertad. Estoy aturdida. Tenemos que ser dos para que las margaritas del jardín florezcan esta primavera. Andar desatada, hoy, mi tragedia.

Supongo que la decepción alcanza niveles directamente proporcionales a las promesas. Entonces, los dos sabemos la magnitud del desencanto. Y, casi como una contradicción, la pureza de nuestro amor me devuelve paz. Hace tiempo que te he perdonado.

Yo, que me hundo en el dolor como si fuese mi estado ideal, que me regodeo en él, quiero la alegría.

Tengo miedo del día que me espera, del sosiego interminable. Vuelvo a la cama.




Solo un rato. Después sálvame. No tardes.