jueves, 15 de mayo de 2008

La vida de un escritor

“Entonces, un día, comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo”, así definió Truman Capote el momento en que sintió la necesidad de recurrir a las palabras para mitigar el aislamiento sufrido durante su infancia.
Truman Streckfus Persons nació en Nueva Orleans el 30 de septiembre de 1924. Por una pelea de sus padres pasó gran parte de su niñez en Alabama acompañado de cuatro ancianos. No recibió muchos estímulos en los primeros tiempos. De todas maneras, consideraba que no había sido malo porque lo “endureció desde temprano para nadar contra la corriente”.
Desempeñó diversos trabajos: lector de guiones cinematográficos, bailarín en una embarcación fluvial y periodista en la redacción de The New Yorker. Cuando tenía once años empezó a escribir pero a los diecisiete recibió las primeras aceptaciones de las revistas para publicar y supo que sería escritor. Decidió darse a conocer bajo el apellido del segundo esposo de su madre, Joseph García Capote. “No puedo imaginar que haya algo más estimulante que el hecho de que alguien le compre a uno sus trabajos. Nunca escribo nada que piense que no me pagarán”, sostuvo en una entrevista.
A los diecinueve ganó un premio por su cuento Miriam y en 1948 obtuvo otro por Cierra la última puerta. La casa editora Random House editó una colección de sus cuentos, Un árbol de noche, en 1949.
Su primera novela Otras voces, otros ámbitos fue un éxito en el que volcó muchas de las experiencias de su niñez, mezcló ficción y realidad hasta hacerlas inseparables. Es una de las primeras novelas que plantea de forma abierta el tema de la homosexualidad.
En 1958 aparecieron Desayuno en Tiffany’s, La casa de las flores, Una guitarra de diamante y Recuerdo navideño en el mismo volumen. Consideraba que debía agotar la emoción antes de poder analizarla y escribirla: “Mi teoría es que el escritor debe haber gozado su ingenio y secado sus lágrimas mucho antes de proponerse suscitar reacciones similares en el lector. Creo que la mayor intensidad en el arte en todas sus formas se alcanza con una cabeza dura, fría y deliberada”.
Sus ambiciones más firmes giraban alrededor del género del cuento: “Creo que el cuento, cuando es explorado seriamente, es el más difícil y el más riguroso de los géneros en prosa existentes”, afirmó. Y agregó que hallar la forma correcta para un cuento es “sencillamente descubrir la manera más neutral de contarlo”.
Capote vivió en Europa durante varios años pero regresó a Estados Unidos: “Soy norteamericano y nunca podría ser, ni tengo ganas de ser, otra cosa. Además, me gustan las ciudades, y Nueva York es la única ciudad-ciudad verdadera. Vivir allá fue un método de adquirir una perspectiva y una educación”.
Escribió una película, La burla del diablo, de John Huston, con Humphrey Bogart, Gina Lollobrigida y Peter Lorre: “Algunas veces escribía en el mismo set las escenas que estaban a punto de filmarse. Los actores parecían volverse locos. No creo que un escritor tenga muchas posibilidades de imponerse en una película a menos que trabaje en íntima relación con el director o que él mismo sea el director”.
El salto a la fama mundial le llegó de la mano de la novela A sangre fría (1966), a través de la cual se proclama fundador del género no-ficción. “Me llevó cinco años escribirlo y un año para recuperarme, si es que recuperarse es la palabra. No pasa un día sin que algún aspecto de esa experiencia no oscurezca mi mente”, afirmó.


Decadencia y fin


Alcohólico, adicto al Valium y padecía de ataques epilépticos. Su carácter acomplejado lo llevaba a un narcisismo exagerado. Era homosexual. Tenía tres mansiones y su vida se desarrollaba de fiesta en fiesta, rodeado de famosos, pero cada vez más dominado por la amargura y el cinismo.
La humildad no era una de sus virtudes: “Yo tenía que alcanzar el éxito lo antes posible. Las personas como yo saben siempre lo que quieren. La mayoría de la gente gasta la mitad de su vida sin llegar a saberlo. Hubiera tenido éxito en cualquier cosa, pero siempre supe y quise ser escritor, y hacerme rico y famoso”. Y lo fue. Ganó millones de dólares y una increíble popularidad. Pero también tuvo la debilidad para flagelarse a sí mismo.
Luego de escribir A sangre fría, Capote entró en decadencia. Es que con esa novela descubrió otras verdades de la naturaleza humana.
Fue entonces que decidió escribir sobre lo que mejor conocía: el ambiente sofisticado de las clases altas. La novela sería un análisis del pequeño universo de la sociedad acaudalada y llevaría el título de Plegarias atendidas. Pero no pudo concluirla. Publicó sólo cuatro capítulos de ese libro en la revista Esquire que provocaron la ira de ciertos círculos que lo acusaron de traicionar la confianza.
Luego publicó Música para camaleones, pero no logró recuperarse. Sufrió una gran crisis personal y creativa que lo paralizó en su escritura, tanto que no logró terminar nunca más un libro. Su depresión lo llevó a un proceso de autodestrucción, dependiendo cada vez más de los psicofármacos que, combinados con el alcohol, deterioraron su salud hasta morir por sobredosis en 1984.