miércoles, 15 de octubre de 2008

El mundo a través del teatro














“El arte, cuando es bueno, es siempre entretenimiento”, resumía Bertolt Brecht y, partiendo de esta premisa, Esteban Bresolin sostiene que “el teatro resulta un bálsamo en este mundo y cuanto más gente lo pueda ver, mejor”. Una vez tuvo oportunidad de canalizar su vocación por el teatro social en una obra que hablaba sobre los desaparecidos y la representó frente a las Madres de Plaza de Mayo. “Fue una experiencia muy movilizante”, dice.
Bresolin cursó en la Escuela Municipal de Arte Dramático de Buenos Aires. Pero inició sus estudios de teatro con el grupo “Los Iteatristas” y con ellos trabajó en la calle. “Siempre recuerdo el día que me sentí payaso por primera vez, cuando entendí que los chicos me veían como payaso, que les hacía creer las cosas como payaso y que yo razonaba en escena como payaso”, cuenta. Aún así, después de unos años se alejó de este género: “Quedé algo fóbico, soy una persona introvertida y todo lo que sea súper exposición me cuesta, las convocatorias eran un sufrimiento terrible porque era yo el que hablaba, actuando era otra cosa porque estaba el personaje”.
Si bien la ciencia y el arte pueden parecer incompatibles, Esteban Bresolin demuestra lo contrario. Empezó la carrera de Biología en la Universidad de Buenos Aires y, aunque su pasión por el teatro fue más fuerte, conserva su amor por la naturaleza. “Canalizo esa faceta en el cuidado de las plantas; tengo una fase muy caótica y otra muy ordenada y las combino como puedo, fumando un atado de puchos por día y con terapia”, ironiza.
Casi siempre se autogestiona los espacios de trabajo y suele tener varios proyectos en simultáneo. En este momento, actúa en un unipersonal infantil, ensaya una obra y termina de escribir otra. Justamente, la puesta para chicos, “Una historia para Gregoria”, le dio muchas sorpresas: “De ante mano me costaba creer que los pibes pudiesen callarse ante un bollo de papel (oficia de títere), pero la realidad es que no se hacen tanto problema”.
La obra que ensaya forma parte de un proceso de experimentación grupal sobre la Torre de Babel, el hecho histórico que provocó el nacimiento de los distintos lenguajes. Allí hace la dramaturgia y la dirección.
El día que cumplió 40 años, improvisó un monólogo autorreferencial del que surgió la obra que está escribiendo; habla de recuperar la memoria desde lo emocional. “Me encantaría publicar, pero es una faceta de la que me estoy haciendo cargo de manera profesional recién ahora, antes hacía el proceso inverso, experimentaba con actores y en base a eso guionaba”, apunta.
Antes de bajar el telón, Bresolin confiesa: “De todo lo que hago elijo actuar, pero disfruto cada actividad que realizo y lo cierto es que puedo decir que vivo del teatro”.