sábado, 19 de julio de 2008

“No esperen de mi que resuelva el problema del ser o no ser, nos vamos a acercar al ronquido y esas cosas”












Roberto Fontanarrosa estuvo el año pasado en el ciclo Literatura argentina por escritores argentinos, que realizó el Departamento de Cultura del Banco Galicia en la Biblioteca Nacional. Yo estuve ahí y esto es lo que escribí.


“Humor y literatura, charla abierta con Roberto Fontanarrosa” fue el título del encuentro, y la gente no paró de reír escuchándolo, si bien habló con una seriedad que se parece corresponder con el carácter de los buenos humoristas. Silvia Hopenhayn, periodista literaria, fue la presentadora.
Para comenzar, fiel a su estilo, contó una anécdota para aclarar: “No tenemos ningún plan preconcebido para esta charla. Como dijo Juan Verdaguer: ‘Estoy muy ansioso por saber que voy a decir’”.
Entonces, Silvia Hopenhayn le preguntó sobre la musa inspiradora que él había mencionado alguna vez, pero explicó: “Tengo que publicar todos los días, si tengo que esperar a que venga la musa inspiradora me muero de hambre. Tengo que leer el diario, anotar; hay un porcentaje grande de información, hay mucho de oficio, y un porcentaje pequeño, a mi juicio, de facilidad personal”.
No podía dejarse de mencionar su intervención en el Congreso de la Lengua en defensa de las malas palabras. Allí Fontanarrosa pidió una amnistía para ellas porque sus personajes, pertenecientes a una clase media baja, hablan así y él los escucha. “Se me ocurrió hablar de las malas palabras porque de las palabras buenas iba a hablar todo el mundo. No lo planteé por divertido sino por una pregunta lógica que me asaltaba ¿porqué son malas palabras? Y, a mi juicio, hay algunas irremplazables, por sonoridad, por fuerza, por contextura física. Mis cuentos, los que transcurren especialmente alrededor del fútbol, están llenos de malas palabras, pero sería poco natural que no las hubiera”, de pronto, sin dejar de lado la literatura, estaba hablando de fútbol. Y habló de fútbol, y se encendía cuando lo hacía.
La presentadora le hizo cambiar el rumbo de la charla y le preguntó por Borges, que es personaje de un cuento suyo: “¿Jorge Luis, decís vos? El cuentito ése tiene que ver con la siempre castigada televisión. Lo que ve el personaje de El Aleph en aquella casona, debajo de una escalera, en la oscuridad de un sótano, aquel pequeño punto brillante donde se veía toda la actividad del mundo y del universo en el mismo momento, era un televisor. El cuento es eso, viene un japonés de la Hitachi a estudiar ese lugar y comprueba que era un modelo de televisor japonés chiquito y que Borges, porque es Borges el que cuenta en primera persona, había visto eso y se confundió, además ya no veía bien”, bromeó.
Sobre el final, Silvia Hopenhayn leyó el comienzo de uno de sus cuentos: El sueño del General Cornejo y a continuación Fontanarrosa dijo: “La elección de este tema tan profundo, el ronquido, marca un poco la línea de pensamiento mía, no esperen de mí que resuelva el problema del todo y la nada, ser o no ser, nos vamos a acercar al ronquido y esas cosas”. Por algo el Negro es el artista de todos.
Aplausos finales.