lunes, 21 de abril de 2008

En el bondi


El colectivo 39 sale vacío de la terminal de Chacarita, frena frente a la estación ferroviaria Federico Lacroze y recoge pasajeros. Los primeros que suben pueden elegir dónde sentarse. La mayoría de la gente no tiene ganas de cederle el lugar al discapacitado, la anciana o la embarazada, así que tienden a ubicarse atrás. Quienes viajan solos prefieren acomodarse en los asientos individuales para poder dormir, leer, o evitar ser molestados por un acompañante, más aún las personas que tienen un largo recorrido por delante.
El olor a comida que provocan los puestos de venta de sandwiches de hamburguesas es repugnante y el humo de los caños de escape de tantos micros no deja ver con claridad. De reojo se puede observar el Cementerio de la Chacarita, uno de los más grandes del mundo; la envergadura de su construcción lo convierte en un monumento de gran magnitud. Allí yacen los restos de personalidades reconocidas como Carlos Gardel, Alfonsina Storni y del General Juan Domingo Perón.

Pueden pasar muchas cosas encima de un transporte urbano de pasajeros. Un señor grita cuando habla por celular, todos están pendientes de su conversación con un tal Ricardo que, suponen, debe ser medio sordo.
El paisaje cambia cuando se abandona la avenida Corrientes, lo que convierte a Chacarita en un barrio de contrastes: donde hay paz y ruido a la vez. A partir de allí es tranquilo, con calles arboladas, casas antiguas y pintorescas y algún que otro edificio nuevo. Pero el empedrado molesta a los viajantes, lo revelan sus caras. Una mujer se sienta con su bebé en brazos al lado de un joven, el pequeño le toca la campera, los anteojos, el pelo…, la madre sonríe, pero el adolescente se muestra disgustado ante las manitos llenas de turrón mezcladas con baba.
Una vinotera. Otra. Otra más. ¡La gente de este barrio debe ser de buen beber! Además, bares o, como se dice ahora, restós, y restaurantes por doquier. Entonces, ¡también debe ser de buen comer!
La estación Palermo de tren y vuelta al caos: negocios, kioscos, locutorios y mucha gente enloquecida. El verde del Botánico se presenta como un remanso de tranquilidad. Y más y más negocios. Los precios que se ven en las vidrieras van aumentando a medida que se acerca la avenida Callao y las personas que pasean visten prendas más costosas.
Luego, Talcahuano, y ¡más locales! Todas las calles aledañas a los Tribunales albergan un sin número de estudios de abogados y también abundan las librerías especializadas en textos de derecho. Las veredas se angostan, dos personas gordas alineadas no pasarían.
Pareciera que todos acechan a la espera de un asiento, atentos a que alguien dé indicios de bajarse. Los rostros de ofuscamiento son cada vez más acentuados.
Aparece la Autopista 25 de Mayo y el escenario se vuelve cada vez más humilde. Oulets de todos los rubros, conventillos y cantinas dan vida a Barracas. El olor a huevo podrido del Riachuelo, la basura y el humo negro, enmarcan un lugar olvidado por las autoridades.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ME ENCANTO LA NOTA.
ES UNA CRÓNICA QUE ES CASI UN CUENTO, DE BELLAS DESCRIPCIONES Y UNA MIRADA MUY PROFUNDA SOBRE LA REALIDAD QUE MIRAMOS Y NO VEMOS DESDE EL COLECTIVO. PARECE QUE UNO ESTÁ ARRIBA DEL BONDI.
COMO SIEMPRE: GENIAL
BESOS

Unknown dijo...

Que hermoso Chari, que gran capacidad para capturar las diferentes realidades que se nos presentan con sólo subirnos a un colectivo y expresarlas con palabras. Lo disfrute mucho :)
Besoss
Jime

Anónimo dijo...

Qué descripción más bonita de mi Buenos Aires querido viajando en un colectivo. Me encantó. Además, la foto que pusiste es, simplemente, bellísima.